Otros poemas

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BUSCANDO FOTOGRAFÍAS

Duele esta habitación
y sus parámetros de sueños, de juegos y dudas.
Duele ver tantos recuerdos y preguntas en ruinas.

Los lápices amarillos en tu taza Pocahontas aún sobre la mesa.
Los dibujos de tanta infancia resumida junto a tu cajita de monedas
de creyones y pulseras.

Ese lago tranquilo donde cohabitan cisnes, cocodrilos y panteras
es la portada consumida de tu cuento favorito.

Tus guijarros hija mía todavía brillan por aquí empotrados.
Otros se habrán perdido.

Las cortinas que alguna vez fueron azules ahora solo cubren
los descuidos de una muñeca delgadita y menuda
que parece dormida en tu cama.

Buscando fotografías en cajas polvorientas.
Abriendo gavetas me sorprende mi sombra sonámbula y pesada.

Si. Aún es la misma que hace tiempo anda solapada y herida.
Arrastrando de barriga su volumen con certeza de mordijullo.

Aquí anda por el piso y las paredes como queriendo perderse.
Diluirse entre las rendijas pa’ ventilar como un lagarto su tristeza.

Y duele. Duele tanto este silencio.
Duele no tener la boca rota para tener más saliva.

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LOS TALLA 30

¿Talla 30?

¿Será que tú y yo también somos talla 30?
Como esos hilitos que desflecan las costuras de tu falda floreada
simulando ecuaciones perfectas. Y yo no sé si son derivadas
o múltiples integrales lo que junta. O será esta maroma
de versos secreteando a la luna la versión
mejorada de unos incendios forestales.

Como Bonnie and Clyde. Tú y yo talla 30.
Pero sin sombreros. Descamisados y sin pretextos desprevenidos ni extranjeros.
Y ya sin propuestas para el próximo timo de las guayabas y exhibirlas
en un mercado menos libre, para la venta.

Como Tracy Hyde. Tú mi “Melody” de los años setenta.
Merodeando las veces del agua en canciones eternas que parecen vitrinas.

De mi colección. Me quedan dos barajitas que atesoro como a lo nuestro.
Una Ripken “Special Collection”. La otra Piazza “Best Edition”. Ambas talla 30.
¿Cuál quieres a cambio de un beso de esos que tumban
las vestimentas de la luna?

Y los más distantes talla 30.
A lo Derrick en la memoria como viejos marineros.
Esas siluetas de luces que golpeaban la tierra en busca de oro negro
para cambiarlo por shopping centers o por altas iglesias.

Como aquel mi perro, “Terrible” talla 30.
Guía fiel y explorador que acompañó las veces de mi niñez a robar arepas.

¿Te acuerdas?

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LILI MARLEEN

Si fuese yo capaz de aprender de memoria
el sosiego que viene con una bala.
Entendería los besos urgentes
y las despedidas sin peinar que ahora y aquí se asoman.

Si pudiese en este momento
entender lo que significa
ser el amante perfecto
de la misma farola con trenzas que sueño.
Vestida con su falda de mar
y su blusa de puertos.

Es que ante el recuerdo flaco
y la distancia larga y negra,
su pañuelo blanco
a mi zumbido de insecto se aferra
y ya no recuerdo si he ganado
o vuelto a perder esta guerra.

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MI MUÑEQUITA DULCE Y RUBIA

-“Afuera es noche y llueve tanto…”

Tomo la espiga blanca y menuda de tu cuerpo y la llevo despacio
al instante condenado de ansias, de tocar tus labios.

-“La historia vuelve a repetirse…”

Se zafa el corazón y aprieta más el alma
hasta lograr, uno en otra fundirse.
Y la música borracha en el aire nos reclama
que nos dejemos llevar, que bailar desviste.

-“Mi muñequita dulce y rubia…”

En suave silencio y sin amarras.
Esta noche, luna y lluvia
sin temor nos abrazan.

–“Después quizá mordiendo un llanto
quedate siempre me dijiste
afuera es noche y llueve tanto…”

Finalmente se quiebra en mi boca
el champagne de tu cristal más íntimo.
Y ese manantial de sur que son tus horas
por fin, cede sus cristales ínfimos.

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LAS MUCHACHAS DE PRAGA

Ellas desarman la brisa
contra la piel de sus ansias
cuando se asoman ya desvestidas.

Con ojos bien alunados
y gritando que la noche se fuga
con el volumen de las colegialas.

Y no hay un beso que valga
sobre las mejillas manchadas
ni en la piel desgastada
y desaprendida de lágrimas.

Y no hay quien se atreva
con la mano abierta y ya desnuda,
colgar sus bragas negras
sobre la blanca candidez de la luna.

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Penélope

El tiempo ha ido dejando violetas
en la eternidad de tu ventana abierta.

Tu corazón de bronce
y hojalata apenas se despierta.
Y tu reloj, ya da las once.

Pasea tu pensamiento sobre ciudades.
Presuroso entre los árboles redondos
y un perfume de azahares
convoca a la tristeza ante tus ojos.
Tu belleza enmarca en soledades.

Mil golondrinas de mayo
parece que cantan en tus manos
canciones bellas.
Y tu sonrisa desmaya, mientras
el amor teje en sus redes
ese frágil silencio que apenas sostiene
sueños con vértigos de azul
sobre el campo vestido del gris-verde
de tus ojos, sin que lo entiendas tú.

Tu mirada gime contra los muros
de tantas inciertas latitudes.
Eres la luz de otro crepúsculo.
Olvidado poema de amor nocturno.
Luna flotando sobre los abedules.

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